
La fila avanzaba lenta, cuatro cuadras por hora, según contabilizaban algunos. Desde San Martín hasta avenida de Mayo, pasando por 9 de Julio, la formación se iba nutriendo de compañeros que se iban encontrando en el peregrinar. A la 1 de la madrugada el viento empezó a soplar con furia, los frutos de los plátanos desperdigaban sus dardos alergénicos y el humo de los choripaneros hacía de la espera un momento asfixiante. Entonces la cola se detuvo, no avanzaba ni un centímetro. “Hay otra que va por 25 de Mayo”, nos avivó un muchacho joven que cargaba una bandera celeste y blanca a sus espaldas. Algunos fuimos a corroborarlo, con la promesa de avisar si eso era cierto a los que se quedaban a cuidar el lugar. Me acompañó Verónica, una joven que trabajaba en una oficina, y su madre, ambas de la localidad de San Martín. Era cierto, la cola por la que entraban los funcionarios ya le pertenecía al pueblo, ya había dos cuadras de ciudadanos que avanzaban mucho más rápido, así que nos sumamos, no sin antes avisar a los que esperaban. Aplausos esporádicos, cánticos de repudio contra el vicepresidente traidor y vivas para Cristina, la Viuda del Pueblo.
Eran las 2 y cuarto de la mañana y ya avanzábamos rápido hacia la Casa Rosada, tomados de la mano, agarrados del brazo, acompañándonos. “…los putos de Clarín…”, gritaba un chongo militante, rubio como la cerveza. “Forros u otro adjetivo quedaría mejor, ¿no?”, le dije. Y dejó de cantar. En la entrada enrejada ya se sentía el aroma a flores, el sonido de las fuentes de agua arrullaban a los deudos que íbamos llegando, los zorzales cantaban a deshora su tristeza. En el patio de las palmeras estaban Alex Freire y su marido, sentados, extenuados, agradecidos por quien tanto hizo por la construcción identitaria de millones de argentinos. El resto del recorrido lo guardo en mis retinas, la hermana doliente, estoicamente parada al lado del féretro, amigos, funcionarios, gente común que gritaba mensajes de agradecimiento, de amor, de devoción. No estaba Cristina, obviamente extenuada. Ya en la explanada, salimos todos en silencio. Unos brazos fuertes detuvieron mi caminata: era el militante. Me abrazó, me dio un beso y me dijo “Sin ofensas, compañero”. Ahí comprendí que Néstor se fue, nos dejó, pero no sin antes dejar la semilla de un nuevo hombre argentino.
me encantó Juan, había escuchado de esa fila pero no sabía si era cierto. ahora lo sé, gracias a usted que estuvo ahi para contarlo. hermosas imágenes. un beso, Maru
ResponderEliminarExcelente, Juan! (socorro)
ResponderEliminarJuancito, que hermoso lo que escribiste. Fue una experiencia transformadora e inolvidable. Te agradezco por haber compartido conmigo el dolor y el amor por nuestro querido Nestor. Tu compañera de fila Cris!
ResponderEliminarHOLA JUAN SOY(LUCAS FARIAS)EL CHICO DE SAN ANTONIO DE ARECO BSAS - FUE UN GUSTO HABERTE CONOCIDO A VS A CRISTINA Y A LOS DEMAS !!!! -MUY BUENO LO QUE ESCRIBISTE , FUE ALGO UNICO HABER ESTADO AHI Y HABER ESCUCHADO TANTAS HISTORIAS DIFERENTES QUE CERRABAN EN UN MISMO PUNTO (EL AGRADECIMIENTO) A LO QUE HIZO NESTOR POR NUESTRO PAIS
ResponderEliminarFUE UNA EXPERIENCIA UNICA QUE DESDE YA TE DIGO ME VA A COMPAÑAR EN MI MEMORIA POR EL RESTO DE MI VIDA - FUE UN PLACER HABER ESTADO CON VOS Y CON LOS DEMAS!
TU COMPANERO DE FILA !! LUCAS
Muy buena crónica Juancho. No tuve la oportunidad de entrar a la Casa Rosada pero lo viví con mucha intensidad desde la plaza. Una experiencia muy emocionante y movilizadora. Coincido con vos que el legado de Néstor es un hombre nuevo, una nueva Argentina, más pensante, más independiente, más transgresora e incorrecta, como él animaba a sostener. Un abrazo grande. Juan H.
ResponderEliminarHermosa crónica, Juan. Gracias cumpa!!
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