miércoles, 16 de septiembre de 2009
Carnaval caté- Rodolfo Walsh
Revista Panorama, abril de 1966
Bailar a siete metros de altura: sonreír. Bailar sobre una plataforma de sesenta centímetros de lado: saludar. El tocado pesa ocho kilos: sonreír.
Las luces duelen enfocadas en la cara, los bichos enloquecidos en la noche tropical se cuelan por todas partes. Hay mariposas y cascarudos invisibles desde abajo: mover suavemente las piernas bajo la catarata de lamé, la reina impávida ondula sobre el mundo ondulante.
Hay hileras de chicos morenos sentados en el cordón de la vereda, con sus enormes miradas, su admiración, sus palmoteos. Algunos están descalzos: pobrecitos. Las piedras brillan en sus ojos, las piedras verdes y rojas y cristalinas.
Hace quince años que baila, desde los cinco: español y clásico. También habla francés y canta. Su autor preferido es Morris West. La sonrisa le sale natural, no necesita repetir “treintaitrés”, como algunas.
Detrás de la oscura masa de gente está el río, también oscuro. Lejos, del otro lado, unas luces pálidas: Barranqueras, dicen que está inundada. Aquí mismo el agua lame el borde de la escalinata, en la Punta de San Sebastián. Pero no va a subir, el murallón es alto.
Copacabana, miles de banderas: cantar. Ará Berá, gestos burlones y aplausos aislados: una sonrisa especial para ellos, un fulgor adicional de majestad inconmovible. Y que rabien.
El palco: su madre que grita, gesticula. Su padre, tranquilo como siempre, casi invisible. Su padre tiene un petrolero. Quiso llevarla al Japón, pero ella quiso estar aquí, y no en Japón; aquí, y no en Buenos Aires; con su comparsa y no en Europa: porque es comparsera de alma.
El palco del gobernador, el jurado del que toda la comparsa desconfía. ¿Se atreverán? Entretanto, sonreír, bailar frente a las cámaras de TV, los fotógrafos, los periodistas, el mar de luces blancas.
Ahora dan la vuelta, puede aflojarse un poco, espantar un bicho, sonreír con menos apremio. Del otro lado viene Graciela, las carrozas se cruzan. El tocado es lindo, una gran nube de plumas blancas que parecen incandescentes. Sólo que ahí se gastaron todo. Graciela baila y sonríe, como ella. Ella o yo. Pero Kalí se siente segura, recamada de piedras, mecida en sus cincuenta metros de tul.
Los dioses son caprichosos. A esa hora, los seis jurados del corso unidos por telepática convicción anotaban en sus tarjetas un nombre desconocido que no era del de Kalí y no era del de Graciela.
MAESTRO. SIN DUDAS!!!
ResponderEliminarHace poco leí lo que sería una autobiografía, un texto inédito:
"Me llaman Rodolfo Walsh. Cuando chico, ese nombre no terminaba de convencerme: pensaba que no me serviría, por ejemplo, para ser presidente de la República. Mucho después descubrí que podía pronunciarse como dos yambos aliterados, y eso me gustó.
Nací en Choele-Choel, que quiere decir "corazón de palo". Me ha sido reprochado por varias mujeres.
Mi vocación se despertó tempranamente: a los ocho años decidí ser aviador. Por una de esas confusiones, el que la cumplió fue mi hermano. Supongo que a partir de ahí me quedé sin vocación y tuve muchos oficios. (...) En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía. Pero no veo en eso una determinación mística. En realidad, he sido traído y llevado por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun ahora hay momentos en que me siento disponible para cualquier aventura, para empezar de nuevo, como tantas veces.
En la hipótesis de seguir escribiendo, lo que más necesito es una cuota generosa de tiempo. Soy lento, he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez."
Ni me acuerdo dónde lo saqué... mucho link....
A propósito vivo en tierras del Carnaval... No lo entiendo... pero a mi gremio le fue consumiendo el carebro y sólo saben sambar en verano. Advierto el EXCESO!
Cuando leí esta crónica de Walsh supe, por primera vez, que si quería escribir de alguna forma, ojalá esa forma se pareciera a Carnaval Caté.
ResponderEliminarMe encanta.
Una cosa: la crónica no está completa y es una pena. La llevo el lunes al curso.
ResponderEliminaremociona leer a Rodolfo, siempre
ResponderEliminarCNQ el texto está en "El violento oficio de escribir", un libro que compila algunas de sus mejores notas periodísticas.
ResponderEliminarGRACIAS... DEBO TRATAR DE CONSERVAR LAS FUENTES DE LO QUE LEO. NO PUEDO RECORDAR MI TELEFONO PERO SI LARGAS CITAS... MISTERIOS DE LA MENTE.
ResponderEliminarGRACIAS A LA TECNOLOGÍA NO MEMORIZO MÁS Y TIRÉ MUCHOS CUADERNOS, PERO LAS COSAS VIEJAS QUE ARCHIVO QUEDARON SIN FUENTE.
Parece escrito ayer. Qué vigencia. Para mí ha sido toda una experiencia conocer este magnífico blog
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