miércoles, 3 de marzo de 2010

Tito Matamala: "Concepción es como La Noche de los Muertos Vivientes"


En un infierno dice estar viviendo el escritor Tito Matamala. El terremoto lo hizo dejar su departamento en el centro de Concepción. Presenció saqueos en los supermercados y la organización de los vecinos para defender sus casas. "Se perdió la cordura y la humanidad", dijo.

Por Roberto Careaga C.
Crónica publicada en el diario La Tercera


Estaba en mi departamento en un quinto piso viendo tele, por supuesto pilucho. Fue un solo remezón. Se apagó todo. No veía nada, sólo sentía que se caían todas mis repisas con mi preciosa colección de maquetas de autos y aviones. La perdí prácticamente toda. La valentía no es uno de mis fuertes, pero saqué valor y en medio del movimiento me puse unos pantalones, una camisa que encontré y salí con chalas pisando los aviones.
Mi departamento está en avenida Chacabuco, cerca de la Universidad de Concepción. Es vecino de un edificio recién construido que no resistió. Lo van a tener que demoler. El mío, de 17 pisos, aguantó. Adentro todo se fue al piso. Tengo una biblioteca inmensa en el suelo. Fueron 35 años juntando libros y armando maquetas. Ver ese desastre desató mi primer llanto. Mientras amanecía veíamos las explosiones del edificio de ciencias químicas de la universidad, que se quemó hasta las raíces. A las siete me di cuenta que no tenía nada que hacer ahí. Me armé de valor para entrar al edificio y ponerme zapatillas y una chaqueta. Después bajé a mi bodega al piso -3 para sacar la bicicleta. Tengo unos amigos muy queridos en Chiguayante y llegar donde ellos era la única posibilidad que tenía de sobrevivir.
El mayor acto de valentía que he tenido en la vida fue ir a Chiguayante en bicicleta con las réplicas en marcha. Recorrí 25 kilómetros a la orillas del río Bío-Bío en 55 minutos. El desastre era absoluto. Las casas de adobe en el suelo, el camino estaba muy fracturado, derrumbes en los cerros, el paso sobrenivel al llegar a Chiguayante estaba caído. Por suerte, mis amigos no se habían ido. Ahí me he quedado, porque a mi departamento no sé cuándo podré volver.
En la mañana del domingo salí a recorrer Chiguayante y vi los primeros atisbos del saqueo. Llegué tarde al pillaje. Estaban sacando de los negocios bolsas con papel higiénico y harina en quintales, todo lo demás ya se lo habían robado. "Puta, ya no queda ni una huevá", le escuché decir a un tipo. Afuera de un minimercado la gente estaba tomándose las últimas cervezas. Alguna vez voy a escribir una novela sobre esto. Las botellas de cerveza vacías en la calle es la imagen del Apocalipsis.
Al mediodía del domingo viajé a Concepción en auto a mi departamento. Me tocó ver en el Unimarc y en el Supermercado Diez cómo la gente se lo llevaba todo. Hay una imagen de un viejo que se llevaba un carro con cajas de Chivas Reagal y encima de todo, el extintor del supermercado. Hay un montón de gente que estuvo robando todo el día completo. No llegó ni un carabinero, ni un militar. El lunes al mediodía la gente seguía sacando de los supermercados con un relativo orden. Los carros del supermercado se veían a diez cuadras de Chiguayante. Es traumático. Después empezó el asunto de los incendios. Estoy en el infierno en este momento.
Me estoy quedando en un barrio de clase media, muy retirado. Creo que ahí estoy a salvo. Se organizaron los vecinos y no dejan entrar a nadie. Chiguayante tiene de todo. En el sector de Schaub hay casas de más de 100 millones de pesos. Luego hay una clase media. Después hay un sector que se llama Leonera y desde esa población viene la gente a robar, a asaltar, a agarrar lo que haya. Aunque no he visto más saqueos. En todo el sector de Chiguayante las calles están cerradas con barricadas por los vecinos, armados con todo lo que tienen: estoques, trinches. Es psicosis, por supuesto, pero es comprensible. Hay riesgo de que ocurra el saqueo.
Me acuerdo de La noche de los muertos vivientes, la película de George Romero en que los muertos reaparecen y empiezan a comerse a la gente. Estamos en La noche de los muertos vivientes en Concepción. Lo que está ocurriendo es que se perdió la cordura y la humanidad completamente. Esto de que los vecinos defiendan sus barrios en principio me parece bien, pero es una señal preocupante. No están funcionamiento bien las cosas. Las autoridad reaccionó tardísimo. Quedamos abandonados.
Ayer partimos a Curicó. No demoramos 10 horas porque el camino está cortado en muchas partes. Cuando veníamos nos encontramos con cuatro o cinco convoyes de militares. Espero ver más cuando vuelva a Concepción. Todavía tengo el recuerdo de que en la dictadura me daba miedo ver a los milicos en la calle y ahora es lo más tranquilizador del mundo. Algo pueden disuadir. Porque a la poblada no hay cómo detenerla. Ya perdió el miedo.
Mi amigo está comprando las últimas cosas en Curicó y nos volvemos en seguida. Nos aprovisionamos como para ir a la guerra. Porque allá no hay nada. Volvemos al infierno.

2 comentarios:

  1. desde aca,
    mi comodo lugar,
    llenar con los ojos, todos esos vacios nuevos.

    fuerza

    ResponderEliminar
  2. Muy buena crónica... Chile va a salir a flote porque es un pueblo fuerte!

    ResponderEliminar