Crónica publicada en el Diario Crítica de la Argentina
El Patón Basile se concentra en la ropa que usará para defender dos títulos de campeón como si al sacarla del bolso, en el gimnasio de boxeadores de Huracán, se ocupara de la oriental ceremonia del té. Con la mano derecha que hace dos meses un sparring nuevo le fracturó en ese mismo salón de piso flotante y enormes fotos de los ídolos del boxeo, saca las piezas con el color verde de los camioneros una a una y las cuelga de las sogas del ring en el que se entrena. Primero un chaleco blanco de ribetes verdes lleno de lentejuelas y con el nombre del líder sindical al que le tributa todo su aprecio: Hugo Moyano. Luego, con parsimonia, cuelga el pantalón de lentejuelas verdes. Se distancia uno, dos pasos, mira su vestimenta campeona como quien observa una obra de arte y levanta las manos hacia los fotógrafos que, respetuosos, disparan, pero de lejos. “¡Ahí, papá! Tomame el escudo –ruge con el vozarrón suburbano y muestra el emblema del Partido Justicialista–. ¿Quién tuvo esta banda? –pregunta–. Gatica, con Perón. Y El Patón con Moyano”.
En el Club Huracán el gimnasio de la calle Caseros, en la sede social, tiene hoy clavado un ring en el centro. Y a los cuatro costados unas sillas de plástico bien alineadas y repletas. En las graderías, todo el fondo, y a lo largo de la cancha, la gente del Paton se vuelve hinchada. El verde de camioneros se repite en manchones por todas partes: el merchandising del sindicato que más plata pone en el deporte argentino abunda. “Team Patón”, “Camioneros” se lee en las remeras de tantos fieles de estos festivales de boxeo itinerantes por capital, el conurbano y algunas provincias del interior. Una bandera flamea cuando en una de las peleas preliminares una piba musculosa y recia le dedica tres directos a su rival y le pone a trompada limpia la jeta roja y la cara bordó. Es, ella también, una boxeadora de camioneros: el gremio banca, esponsorea y sigue a cinco profesionales y a decenas de amateurs. Cada afiliado que tenga inclinación por el deporte, cierto talento y voluntad para dedicarse de pleno a ello, será auspiciado por la gigantesca y creciente estructura de los Moyano. Ya lo había hecho en los 70 la UOM de Lorenzo Miguel, cuando creó el campeonato José Ignacio Rucci.
El Patón se llama Gonzalo, tiene 35 y largó en el boxeo a los catorce años. A esa edad ya había dado pruebas suficientes a don Carlos y doña Silvia, vecinos de Lomas de Zamora, que la escuela no era para él. Peleas con compañeros en las que, humilde, dice que perdía, lo fueron llenando de plantones en la dirección durante la primaria, y de amonestaciones en la secundaria, en la que duró menos de un año. Mayor de cinco hermanos que luego estudiaron y no dieron problemas, su padre lo mandó a laburar. Al Patón le pareció perfecto. Eso lo dejaba tener unos mangos y meterse en el gimnasio a entrenarse. Fue en el Club Independencia, de Lomas. Al comienzo iba a escondidas de su vieja. Ahora ella lo sigue a cada pelea como un amuleto de verdad y le grita desde las sillas de las primeras filas como si fuera todavía un guacho que anda jodiendo en la vereda: “Pegá, hijo, pegá”. Ése, ahora, es su laburo, al menos desde que dejó el camión recolector de basura en el que levantaba bolsas hasta hace unos dos años, cuando Camioneros lo apadrinó. Laburar, siempre laburó: fue ayudante en una verdulería, de albañilería, de carpintero, cavó pozos de agua, zanjas para instalar cloacas, y al fin, ese laburo estable que le cambió la vida: basurero.
–¿Te cabía ese trabajo?
–Yo lo hacía con ganas, me gustaba. Me gusta correr, estar con la gente de la calle. Aunque tenés que laburar bajo calor, lluvia y a veces es duro. Si tuviera que volver a tener un trabajo formal, de todo lo que sé hacer es lo que volvería a elegir.
EL CAMERiNO.
En Huracán hay un vestuario para los deportistas y allí están poniéndose a punto para salir otros dos boxeadores de esta noche de festival: el Ruso Jonatan Spesny, de Morón, con sus 29 años y cinco peleas, y su contrincante, el camionero Patricio Valentín Pitto, el “Grande”, protegido de Pablo Moyano también. El Patón Basile es el preferido, la estrella de la velada, y por eso tiene un camerino especial y amplio, el mismísimo gimnasio recién remodelado, en la otra punta. El Patón se deja ver antes de empezar la pelea entre la gente: todavía de bermudas y camiseta normales, sin brillos, pero con la inscripción del gremio y de la CGT bien visibles. Antes de que el cronista pueda acercársele el Patón toma en brazos a siete niños y bebés y con cada uno le sacan una foto. Sonríe para todos. Es el clásico gigante bonachón: no ranquea ni para el malvado de las habichuelas. Los tatuajes, incluso la nueve milímetros que lleva en el costado izquierdo de la cabeza rapada y que lo hizo famoso después de esa foto en la tapa del diario Clarín, son desmentidos por la bonhomía con que se desplaza y por la simpatía que cosecha entre sus fans. El Patón invita al vestuario y se despacha como obrero peronista que se considera. No en vano lleva en la espalda las caras de Cristo, de Perón –el joven militar de boina– y de Evita, más la de Moyano, claro.
–Dijeron que sos el custodio de Pablo Moyano.
–Como mido dos metros, peso 120 kilos y tengo tatuada hasta la cara, los que quieren tirarle mierda al sindicato de camioneros salieron con que yo era un matón. Desde que empecé como basurero que voy a las marchas y admiro al compañero Hugo Moyano por su lucha. Nunca fui delegado. Ni fui seguridad del gremio. El día de la foto volvía de entrenarme, con la ropa transpirada y supe que en Constitución a los de la rama de Atmosféricos los había reprimido infantería. Fui a apoyar con mi persona, nada raro ni nada mafioso.
–¿Qué opinaron los Moyano?
–Me llamó Pablo Moyano y me dijo: “¿Compraste el diario? ¿Viste la tapa de hoy, loco?” Yo no caía. Empezaron a llamarme de radios, de medios, todos querían la foto. Consulté con mis compañeros y me dejaron salir a hablar: “Dale, decí la verdad, contá por qué te sacaron la foto, qué hacías ahí”. Me salió a favor mío porque a raíz de eso me empecé a hacer más conocido. Al que me sacó esa foto le agradezco porque la publicaron con esa intención de mensaje de mafioso pero me abrió la puerta.
LA PELEA.
La charla con el campeón se interrumpe cuando Oscar Trotta, ancho y de pelo blanco, ex boxeador y mánager desde el 72, siempre en Huracán, pide tiempo para poner las vendas. El preparador físico termina de pasarle aceite por todo el cuerpo al Patón y el salón se despeja. La piba de Camioneros que entrena largando piñas contra su entrenador hace sonar los guantes en cada puñetazo. Trotta cuida a su muchacho. Es de oro. Sabe que casi no hay espónsores en el boxeo. Los del sindicato de lecheros apoyan a un par de pibes, pero Camioneros ya banca a cinco. El suyo, El Patón, es el mejor. El lo tiene que hacer ganar. Es un día complicado. Los dos títulos, el de campeón del mundo latino y el de peso pesado de la OBM vencen hoy domingo 15. La última vez que Basile peleó fue hace seis meses. Cuando estaba listo para defender los títulos se le fracturó en dos el dedo gordo y hubo que ponerle dos clavos. Tardó en curar. Llegan jugados. Pero Trotta sabe que tiene banca desde que a las dos peleas profesionales de su representado recibieron un llamado de Pablo Moyano a la central del sindicato. “Me preguntó cómo andaba, le dije que bien, que tenía futuro, y lo miró y le dijo: ‘Bueno, hay que entrenar en vez de trabajar, y no faltar al entrenamiento. Que le consigan peleas como para poder ir progresando’”.
Eso fue en 2003. El Patón lleva tres títulos ganados –el próximo lo defiende el 18 de diciembre en un festival de box de Huracán donde pelearán los cinco boxeadores de Moyano– y acumula 42 victorias (20 por KO), y sólo cuatro derrotas. En el final de 2009 el Patón se ha convertido en un ícono que rinde en popularidad. Huracán estalla de camioneros que lo vitorean cuando aparece en un rincón del gimnasio con su hijo menor, Rodrigo, de ocho años, vestido también con bata verde y camionera. Lo precede un pibe vestido como rapero que pide: DJ, poné la pista. Es por qué estrenan el rap del Patón. La masa aplaude al ritmo y Lucano, el cantante, de Quilmes, contratado por el sindicato, larga un rimado increíble que hace honor al sindicato y al boxeador: “Actuando / representando / de la mano del sindicato de camioneros / representando / es el Patón que viene llegando”.
El rival es Saúl “El Fénix Asesino” Farah, un campeón boliviano que mide 17 centímetros menos que el Patón pero tiene un torso más grueso y la fortaleza andina a la que el mismo entrenador dice temerle. Una de las derrotas más tremendas del Patón fue contra Alexander Dimitrenko, en Estados Unidos, cuando en el 96 lo bajó de un solo gancho en el primer round. El mal recuerdo lo persigue, y El Fénix peleó dos veces con el ruso; las dos veces aguantó toda la pelea y perdió por puntos. Por eso, dice, es de respetar.
En la esquina del ring, abajo, como una fanática más, La China, la actual mujer de El Patón, pequeña, boxeadora y de Huracán, le calienta la oreja durante los primeros rounds. Ella iba a pelear hoy y su rival cordobesa no llegó. Así que descarga su furia dándole ordenes al campeón que parece al comienzo lento e indeciso: “¡Dale, boludo! ¿Qué te pasa? ¡Despertate, matalo!”. Trotta dirá después que era una estrategia. Pero lo cierto es que el Patón recién hace tambalear al boliviano en el tercer round, en el quinto, y cuando llegamos al octavo parece que la cosa no avanzará. La moral camionera está en alto, una banda de pibes de pelos teñidos y rapados en los costados salta con una bandera que dice “Sector Recolección”. “Dale campeón. Dale campeón”.
El Patón parece reaccionar a la única voz que escucha mientras ruge la leonera, la de su mujer. Y avanza, de pronto rápido, de súbito veloz, hacia su rival, sorprendido por un gancho de derecha que lo hace trastabillar. Otra arriba, directa, y el tambaleo de la mole andina se hizo fatal: el Patón envalentonado, seguro de que el público camionero merece un knock out, esos ciento cuatro kilos de enemigo en el suelo, encaja los últimos dos directos descendentes y lo hace morder la lona. La masa camionera se para, entera, y grita, campeón, dale campeón. El árbitro cuenta. No llega a diez. La toalla vuela desde el rincón. El Patón sigue siendo campeón.
Fernanda y Patricio, los otros boxeadores del sindicato
Si la pelea del Patón Basile y El Fénix Asesino Farah fue buena sólo a la hora de los ganchos que voltearon al visitante, el ring estuvo más interesante en las preliminares. Con Fernanda Alegre, la chica que precalentaba en el camerino junto al campeón, se encendió la tribuna. La peso welter le dedicó tantos directos a la cara de Etel Cristina Arano que el juez decidió darle el KO técnico. Alegre es una reciente incorporación de Camioneros y se perfila como una promesa que los Moyano siguen de cerca.
El camionero Patricio Valentín “Grande” Pitto prometía en el combate de semifondo. Y no lo hizo nada mal. En categoría crucero la suya fue la mejor pelea de una jornada moyanista. En el combate de semifondo se enfrentó al bonaerense Jonatan “El Ruso” Spesny. Se dieron duro y parejo. Así, el ascenso de Pitto, que en sus cuatro primeras peleas había sido imparable, con 3 KO, se frenó con la decisión ajustada del jurado. Las tarjetas fueron de 39-39, y dos de 39-38 y medio. El público lo aplaudió igual.
domingo, 15 de noviembre de 2009
Patón Basile, el campeón de los Moyano- Cristian Alarcón
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te sigo desde hoy.
ResponderEliminarencontre cosas interesantes por aca, que bueno.
un abrazo.
tula, patón basile, dicen que se viene una de un puntero...este blog me gusta cada vez más!
ResponderEliminarLopecito
paton sos un kapo para cuando otra pelea
ResponderEliminarHola. necesitaria contactar al periodista Cristian Alarcon, para hacerle uans breves preguntas sobre su ultimo libro, para un examen fianl de la facultad.
ResponderEliminarAgradeceria muchisimo si pudieran facilitarme el mail o alguna forma de contacto.
Gracias
Lucila (