Nilda grita como lo hizo toda la noche. Ruega que la dejen, pide que no la muevan más, dice que el cuerpo le arde de dolor. Tiene 85 años. Su cadera está quebrada, delira por la morfina. Piensa que está en el geriátrico pero estamos en la misma pieza: la 353. Sólo escucho sus gritos, una cortina color maíz me impide verla.
-Sacate el pijama y levantá los brazo-, me pide Natalia, una enfermera.
De fondo los lamentos de Nilda. Natalia apoya una palangana azul sobre las sábanas blancas y ásperas de la cama que ocupo en el hospital Británico. Moja una gasa y la frota contra un jabón naranja hasta sacar un poco de espuma. Mientras acaricia con suavidad mis tetas, mis axilas y mi panza entra otra enfermera.
-¡Se murió!-, grita.
-¿Quién se murió?- pregunta Natalia.
- Estaba en la 350 atendiendo a un paciente y un familiar dice murió Kirchner, pero no sé si es verdad o es una joda.
Mi cuerpo está mojado, mojado y lleno de espuma. Natalia me limpia la cara. Le pido por favor que termine. Prendo el televisor: “Murió Kirchner”, dice la placa roja de Crónica. “Murió el ex presidente Néstor Kirchner”, el zócalo de TN.
-¿Viste que es verdad? Se murió.
Durante 20 horas mi dedo pulgar apretó el botón del control remoto: cinco canales para arriba, cinco canales para abajo, cada vez que lo hacía la plaza estaba más llena. Por la impotencia de no poder salir corriendo a Casa Rosada mandé mensajes de texto a mis amigos: “Murió Néstor”. En la pieza había Wi-Fi recorrí todos los diarios tratando de encontrar más información.
Le chateé a todos los que estaban en verde para sentir la sensación de no estar en el hospital.
10:36 Yo: estoy
10:37 helada por la noticia.
No tuve respuesta y pasé al siguiente contacto.
10:25 Yo: estoy helada
lo de nestor
es terrible
10:28 mariano: tremendo, gordita
es una pérdida increíble
Yo: una terrible perdida
10:30 mariano: hoy no lo vamos a dimensionar del otod
todo
còmo va tu pierna, gordita?
Yo: hoy no claro
pero es una perdida
clave
en este gobierno
la pierna es un infierno
me duele
demasiado
10:31 mariano: uf
Nilda sigue gritando. Los enfermeros le piden que abra la boca. Ella se niega.
En la plaza ya hay cientos de miles de personas llorando, despidiendo a su líder. Llega la bandeja con la cena. Más tarde el silencio del hospital, sólo el ruido de las mujeres de delantal que caminan por los pasillos llevando calmantes a los pacientes. Las luces de la Casa Rosada iluminan mi pieza. Las gotas de morfina lograron una vez más tranquilizar a Nilda. No la pueden operar porque su corazón no resistiría, entonces retrasan su agonía con la bendita mano de la medicina. En la plaza el pueblo grita que la muerte de Néstor fue injusta.
lunes, 1 de noviembre de 2010
La muerte en la sala de traumatología - Candelaria Schamun
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Muy bueno, Cande.
ResponderEliminarLa verdad una muy buena crónica que deja la sensación de la situación que vivimos y sin necesidad de estar en la plaza.
Muy buena crónica chichita. Cuando nos veámos, quiero que me la leas en voz alta y después nos vamos a Canadá.
ResponderEliminaritinerante: muy buena crónica me produjo tornado de sensaciones y eso es muy bueno!
ResponderEliminarUn relato trágicamente esperanzador. Fui testigo de los lamentos Nilda, de los gritos de Cande ante esa rodilla que le crujía y de la enfermera, atlética repartidora de morfina y trapax. Felicitaciones, Cande, por el escrito, por la fuerza, por tus ganas de estar en la plaza. Pero, sobre todo, por no perder las ganas de escribir, aun en momentos en que otros no podrìamos hacerlo. Rodolfo.
ResponderEliminarYo quiero probar morfina. Aunque vos Candelita digas que no está tan bueno. Genia, me encantó lo de meter el chat. Estás en la nueva nueva nueva prosa contemporánea. Grosa. Ale B.
ResponderEliminarmuy buena!!!! Me contaron que en tu habitación tenias wi fi. Una grossa. Emilia.
ResponderEliminar¿wi fi en un hospital? ¿Puedo chatear mientras me operan? ¿Sería una especie de crónica urgente? Fabuloso. Lilito.
ResponderEliminarLos líderes también tienen que morir de alguna manera.
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